viernes, 7 de septiembre de 2012

"Ecos de Alberione" - 22

El apostolado y la vida de fe


Un martes 12 de febrero de 1952, el Primer Maestro, se disponía a dar la primera meditación del día y según el “Diario” , se planteó dos objetivos: obtener del divino Maestro la gracia de una mayor inteligencia en el apostolado y dar gloria a Dios. El apostolado pasó a ser un medio de santificación para todos los miembros de la Familia Paulina.

Siempre se entendió que otros de los objetivos planteados por Alberione, con relación al apostolado, fue el dar a conocer a Jesucristo, por medio de los medios más rápidos y eficaces: la prensa, el cine, la radio, etcétera. En este sentido, Jesucristo pasó a ser el centro de una espiritualidad que lo posicionaba como lo primordial y crucial para los objetivos de nuestro Beato. Decía: “Un solo amor, Jesucristo, que vive en el sagrario; por tanto servicio diligente al altar, oración abundante y fervorosa, que alimente el espíritu” (RSP, p.42).

Alberione alude a Jesucristo como el Apóstol de nuestro Padre espiritual: san Pablo. Es Jesús quien escoge a los doce para hacerles partícipes de la Buena Nueva, que es su persona. Por eso, el mandato de Jesús en Mt 28, 20 tiene tanta relevancia, quizá porque se continúa repitiendo hasta hoy. Sin embargo, la tarea de ser apóstol no es nada de fácil y Alberione entendió muy bien que evangelizar era por momentos sacrificado y poco grato.
Asumió perfectamente que el buscarse a sí mismo en el apostolado y la aprobación de todos, solo traería la premiación anticipada de los hombres, pero no la de Dios. Por tanto, el que así lo entendiere, pues dese por pagado: “Solo por Jesucristo debe obrar el apóstol, llamado a difundir la divina palabra” (RSP, p.43). Todo debe estar circunscrito al Divino Maestro y el apostolado con mayor razón. La necesidad de una constante preparación en este ámbito era fundamental, pero la profesionalización en el apostolado no se logra sin estudio y largas horas ante el sagrario. “quién está vacío ¿qué dirá? ´demasiadas almas viven entumecidas´”.

Para nuestro Beato hubo una urgencia grande: “rehacer todo un mundo pero desde sus fundamentos”. Se comprende su premura, ya que con esta urgencia nadie puede estar de brazos cruzados como mero espectador, pues había que prepararse y trabajar. “Nadie debe estar mirando, quien está mirando, juzgando, ya es culpable. Quien no hace está fallando continuamente. Dios nos pedirá cuenta de cómo hemos hecho nuestro apostolado” (RSP, p.44).

Desde este pensamiento, se entiende mejor aun la necesidad constante de Alberione al pedir un espíritu de fe, es decir, creer que el Señor ha establecido para los paulinos una misión. Fe que demostró con su vida práctica y sencilla, haciendo como si todo dependiera de uno, y confiando en Dios, como si todo dependiese de él. Esta fe es la que expresamos en el Pacto, que formó parte de sus oraciones. Para él la fe fue como la raíz de toda santificación y principio de la santidad. Decía: “Cuando Dios da una vocación, una misión a un alma, le da también todas las gracias, los auxilios necesarios para desempeñar dicha misión” (RSP, p.45).

Tanto en el tiempo de nuestro Fundador como hoy, nos vemos en la necesidad de renovar ese Pacto con Dios, que nos lleva a confiar más en él y no en nosotros. A menudo, decía él, nos dejamos embaucar por nuestras capacidades, cualidades, el espíritu del mundo, incluso en la educación. A veces, se trata de agradar, de complacer para hacerse querer por los demás... Pero eso es como si apoyáramos un candelero en el vacío. Alberione entendió de que en la medida que nos abandonemos en Dios y no le quitemos su gloria, con seguridad, nuestras obras o acciones no serán ineficaces, estériles, sino obras de Dios: fecundas y llenas de vida.

Fredy Peña T., ssp

1 comentario:

  1. Cuanta claridad Fredy.!!! Renovemos nuestro com-
    promiso con el Senior, dia por dia.!
    Que nuestras obras sean fecundas y llenas de vi-
    da...!!!

    ETEL

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